Qué impacto extraordinario. Recordar a mi abuela a traves de la esencia inconfundible del ‘au de lejía’
Un nuevo spray de cocina, impregnándome las manos, y devolviéndome a mi abuelita de la manera más intensa y más íntima imaginable. Por ese olor de siempre en sus manos. Olor a obsesión por la limpieza doméstica. Olor a bayeta. A trapo y estropajo. Olor a ese restregar contínuo al que sometía toda superficie alcanzable.
Son ya cinco años que no está. Pero la lejía – con la que, claramente, no he sido nunca demasiado familiar – me ha transportado a la versión más real de mi abuela.
Lo definitivo, sin embargo, es el aroma que deja la lejía en la piel. En las manos. Este aroma insolente es la resurreción más auténtica de aquella infatigable Pilar Bañolas Martín.
Todo los demás, son cuentos.