“Déjame leerte, niña,
tu Buenaventura.”
Uñas negras
punzan mi palma abierta,
abren un surco
de lágrimas, sudor y sangre.
“¿Qué ves en mi río?”
“¿Qué brota de esta fuente?”
Tus uñas fuerzan la puerta de mis manos
y yo, ya no tengo un antes.
La vida fluye en esta palma
va hacia delante, adelante.
Pero ahora cierro mi mano,
corto el chorreo,
me escapo.
Te dejo, gitana de harapo
con tu romero y tu destajo.
Tu uña aún sangra
dentro de mi puño,
mi futuro, un flujo
que se irá secando.
Pero yo marcho,
sin mirar atrás,
me marcho
marcho.
*