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Qué fantástico escuchar este poema, leído en Radio 3, mostrando el impacto (oral, sensorial, conceptual) de perder todas las ñ y tildes al escribir en castellano, forzados por teclados y ‘softwares’ anglicistas…
El poema es obra de Mario Obrero y, como nos dicen en el programa (Aquí Empieza Todo) el poema demuestra, con la “exuberancia de su vocabulario” la experiencia que hemos tenido durante décadas todos aquellos que vivimos fuera de nuestro país natal, adaptando nuestra manera de expresarnos a lo que nos permiten las tecnologías dominantes (esto era particularmente notable en los años noventa…)
Inspirada por aquellos que están recuperando sus nombres originales en el mundo del espectáculo, uno de mis deseos es recuperar la tilde de mi apellido – me llamo García, no Garcia. (De hecho, de pequeña quería llamarme Gärçíå, por motivos puramente estéticos, jajaja…)
Que vivan las tildes… y toda la purpurina tipográfica imaginable .:. ~