Boracay, 8 Abril 2017 (quizás)
Intentándolo, otra vez. Escribiendo.
Cegada por el sol.
Calor. Las piernas, un poco quemadas.
Mirando la playa.
Siluetas negras. Señora con sombrero naranja
Niños excesivamente protegidos – y aislados – de sus experiencias.
plásticos inflables. trajes largos, elásticos. tubos. gafas. gorros.
zapatos varios. para meterse en la playa.
qué miedo, la playa (piensan).
qué miedo, las olas. qué miedo, las rocas. las costras. los peces.
las conchas. los corales. qué miedo, la sal. qué miedo, la arena.
Pero todos disfrutan. Los acorazados y los desnudos (quemados, como yo)
cremas. agua al limon. hamacas sofisticadas. cojines. toallas a kilo.
y el sol, que no falla. aunque llueva. no falla. no para. no cesa.
besando y lamiéndolo todo. cada cuerpo. cada mesa.
cada grano de arena.
Los niños acorazados de plástico, también miran. Se dejan besar en el rincón escondido de piel que les queda, ahi, a la izquierda de una mejilla, o en el dedo gordo de la mano derecha.
Una señora mayor, nada. Cruza la playa, esta playa pequeña, donde no te dejan nadar bajo las estrellas.
El niño miedoso y buzo, con sus escamas de plásticos varios, está saltando un poquito. Con su padre, que está acorazado también. Veo sus patas de pato. Negras y eficientes. Las gafas azul turquesa. El gorro negro, a juego con el chaleco salva-vidas (salva-miedos). Ahora asoma una pata azul.
En la orilla, cinco niños se revuelcan en la arena. En manga larga. Mangas fucsias, verdes. Azules. Miran sus manos y los brillos del sol imparable que se reflejan en todo.
Una niña coge una roca-coral (muerta, asesinada por tanto turista). Coral blanco y mortecino que nos recuerda otra época más vibrante pero menos conocida. El Boracay pre-raving reviews. Esa niña cubre el coral de agua con su cubo de plástico, contentísima.
Un niño saca su flotador amarillo transparente. Se mete dentro. Ah, sí, es el niño buzo. El del miedo que no es miedo sino excesiva precaucion paterna. Excesiva preparacion ante eventualidades no existentes.
Los dos buzos de barreño exploran la inmensidad de la orilla. Tan preparados para una aventura que no pasa del primer metro en esta playa condensada. Esta manicura de playa ideal e idealizada. Por qué no. Que disfruten. Que imaginen. Que le saquen partido al plástico. Por qué no.
*
Dos niños juegan a crear castillos. Espaldas limpias. La piel, brillante y perfecta, tragando sol y riendose del miedo y preparacion de otros. Están concentrados y solos. La madre, reclinada en la arena, con sombrero, camisa transparente y bikini. Exude pose de revista. Lee.
Yo, me miro las uñas pintadas llenas de arena.
Me miro la piel besada en exceso.
Leo esta escena de privilegio.
Cada niño es un renglón. Cada padre buzo de piscina y cada madre glamour de catálogo son una anécdota, una cita en letra grande.
No me termino el cóctel playero exorbitante en vaso feo de plástico.
Sonrío al sol que ya recoge sus cosas, plato de propina en mano, poniéndose el manto para marchar.
La arena pica, sin molestar.
Los sonidos, varios, complementan y estropean el cuadro.
Cierro los ojos.
Risas. Bien
Chapoteo. Perfecto
*
Let´s get the lounger over there, Stephen. Vale
Another caipirosca? No thanks
Musiqueta tenue. Desde el bar. Soundtrack de playa tropical.
Sin gusto ni riesgos.
Llegan los del fire show.
Cubos. Bongos. Speakers. Músculos brillantes.
A las 6.30pm, empezará la noche.
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Kids, come out of the water. [Time to drink plastic juice, forget the beach and focus on our carefully crafted entertainment.]
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Hasta mañana, amigo.
Hasta mañana, me responde este chuleta tan gordo y brillante, poniéndose la capa y bajando las escaleras. Vaya escándalo de luces monta.
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Todos sacan fotos.
Best-ever sunset selfie.
Now, back to the bongos.
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